Nuestro cuerpo contiene un silencioso ejército de genes que detecta posibles daños en el ADN celular y, si es factible, los repara. En caso contrario, activa un mecanismo llamado apoptosis, o muerte celular programada. En ambos escenarios, el objetivo es impedir que una célula dañada se multiplique y llegue a proliferar un tumor.
A estos genes se les conoce como supresores de tumores, y uno de ellos es BRCA1, descubierto por Mary-Claire King, Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2025. Este gen desempeña un papel crucial en la prevención del cáncer de mama y de ovario. Cuando BRCA1 sufre alteraciones o mutaciones —que en muchos casos pueden ser hereditarias—, pierde su capacidad supresora de tumores, lo que incrementa de forma significativa el riesgo de desarrollar estos tipos de cáncer.