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Entrevista | «No parece que vaya a cumplirse el objetivo de reducción de CO2 para 2030», Eloy Álvarez Pelegry

Asturias debe aprovechar las oportunidades de la minería, un sector con una cadena de valor y unas industrias auxiliares que generan empleo de calidad», asegura el experto en transición energética, nombrado miembro de número de la Real Academia de Doctores de España

El pasado miércoles, nuestro socio colaborador Eloy Álvarez Pelegry (Oviedo, 1952) tomó posesión como miembro de número de la Real Academia de Doctores de España. Ingeniero de minas por la Escuela de Minas de Oviedo y licenciado en Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, Álvarez Pelegry ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria profesional en Enagás y Unión Fenosa, y ha ejercido una intensa labor divulgadora sobre el sector energético con la publicación de varios libros y más de ochenta artículos. En la ceremonia de su ingreso académico, celebrada en Madrid, ciudad en la que reside desde hace décadas, el ingeniero ofreció una conferencia sobre la interrelación entre neutralidad climática, transición energética y transformación industriales, cuestiones de alta importancia en su región natal.

 

¿Cuáles son los puntos principales de la conferencia ofrecida en la Real Academia de Doctores?

He tratado de explicar la situación de la normativa climática en Europa, cuyo gran antecedente es el Acuerdo de París de 2015. En el primer lustro de esta década de 2020 se han establecido una serie de normas que fijan objetivos de reducción de emisiones para 2030 y 2050 que afectan a la mayoría de las actividades económicas de los países europeos. España, alineada con esta estrategia, desarrolla también una normativa detallada que se plasma, por un lado, en un objetivo para 2030 de una reducción de emisiones del 55% respecto al año 2005. Asimismo, tiene una serie de estrategias para que en 2050 se logre que las emisiones netas (es decir, las emisiones menos las absorciones), sean cero.

 

¿Qué más iniciativas tiene España?

También hay una ley de Cambio Climático y Transición Energética, así como diferentes estrategias para energías como el hidrógeno, la eólica marina, el biogás, la gestión sostenible de las materias primas minerales, el almacenamiento energético… Además, recientemente se aprobó la ley de Industria y Autonomía Estratégica. Partiendo de todo ese entramado normativo, que es prolijo y a veces intrincado, abogo por un objetivo conjunto y acompasado de descarbonización y competitividad. Eso lleva a analizar las transiciones energéticas del pasado, los escenarios energéticos y las inevitables transformaciones industriales, no solo de aquellas que se crean sino también las que tienen que transformarse y que están en riesgo.

 

¿Estamos camino de conseguir los objetivos marcados por toda esa hoja de ruta europea? ¿Se están cumpliendo los plazos?

Globalmente, la reducción de emisiones no es halagüeña si uno considera las cantidades de emisiones necesarias para conseguir la neutralidad a nivel global. Los últimos datos oficiales, de 2023, indican que las emisiones globales de ese año ascendieron a 57 gigatoneladas de CO2. Eso supone una brecha de 22 gigatoneladas respecto a lo que se debería alcanzar en 2030. Es decir, no parece que se vayan a alcanzar los objetivos climáticos de ese año y por ello la adaptación será clave y cada vez más relevante.

 

Algunas voces del mundo empresarial sostienen que la transición energética impulsada desde Europa está siendo demasiado acelerada, sin dar suficiente margen a las empresas para adaptar sus procesos ¿Está de acuerdo?

Sí, yo creo que en varios sectores realmente los plazos deberían de ajustarse y de acompasarse en función del desarrollo real de las tecnologías necesarias, incluyendo aquellas que puedan mitigar o reducir emisiones. Pero esto no evita el que haya que abordar procesos transformación industrial. Por otra parte, un aspecto relevante es que Europa representa el 6% de las emisiones mundiales, habiéndolas disminuido desde el 15% que suponía en el año 1990. Es decir, en la actualidad los 27 países de la Unión Europea emiten en total menos emisiones que Estados Unidos (11%) y China (30%). Y si uno analiza históricamente las emisiones en el período 1850-2022, la UE emitió un 12%, lo mismo que China y por debajo de Estados Unidos. Es decir, tenemos que tener muy en cuenta el contexto global y geopolítico en la transición energética.

 

¿Se pusieron demasiadas expectativas en vectores energéticos como el hidrógeno de origen renovable, que no está despegando a la velocidad prevista?

La Comisión Europea ha abogado por el hidrógeno como un vector de descarbonización particularmente en aquellos sectores en los que es particularmente reducir las emisiones de CO2. Pero el hidrógeno tiene unos costes superiores al hidrógeno que se produce mediante el reformado de gas natural, y por tanto es muy difícil que una nueva energía penetre o se haga hueco en el mercado si no tiene unos costes competitivos. Por lo tanto, efectivamente, los objetivos de hidrógeno son muy ambiciosos y la realidad de los proyectos debido a los costes hace que ese vector no tenga a corto plazo un desarrollo fácil. De hecho, el «Informe Draghi» no lo ve hasta más o menos dentro de cinco años.

 

Por lo tanto, ¿entiende decisiones como la de ArcelorMittal, que hace casi un año decidió suspender su gran plan de descarbonización en Asturias, que se basaba en el hidrógeno verde?

En este caso, hay que analizar la competencia europea y las oportunidades o las realidades que tienen las industrias en el ámbito europeo. Hay que analizar continuamente en qué están haciendo otros países en ese contexto, no solo a nivel mundial sino dentro de la Unión Europea. Por ejemplo, Suecia, que tiene una energía hidráulica y un sector minero potente con apoyo del Gobierno, ha conseguido desarrollar un proyecto piloto importante reducción directa de hierro (sistema DRI, por sus siglas en inglés) mediante hidrógeno.

 

En Asturias hay proyectos mineros controvertidos que despiertan rechazo en comunidades locales y sectores ecologistas. ¿Está a favor de que se desarrollen esos proyectos en una región donde apenas quedan vestigios de la industria minera del pasado?

Es importante que España y Asturias aprovechen las oportunidades que hay en el desarrollo minero, porque la minería no es solo el proceso de extracción: abarca la cadena de valor desde la exploración minera hasta el reciclado del material, y tiene la posibilidad de que se establezcan industrias auxiliares y que se cree empleo de calidad. Es un tema importante y como sociedad debemos buscar un equilibrio entre los requisitos sociales y los medioambientales.

Eloy Álvarez Pelegry

Socio Colaborador de CAXXI

➡️ La Nueva España