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Carreteras y Población

La cercanía de los Apalaches a las montañas del suroccidente astur

Publicado en La Nueva España 18/12/2021

Vidal Gago, socio colaborador de CAXXI, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos

“Te dije que nos iríamos a vivir a una ciudad, con anchas avenidas, con buenos colegios,
y ya lo ves. Una ciudad capital de provincia, con cines, campos de fútbol,
 piscinas, con tiendas de todo tipo, con catedral. ¿ Eh?, ¿ qué te parece?”
 “…y a los pocos kilómetros la carretera volvió a ser la misma de antes,
 la misma carretera llena de baches y de socavones”
 Ignacio Martínez de Pisón.- Carreteras Secundarias

 Atronaban los altavoces en los tiempos muertos del partido de balonmano en Vallobín aquella tarde de sábado de finales de noviembre. Era el estribillo de “Take me home, country roads”, una canción ya cincuentenaria que expresa la nostalgia de volver al hogar de la infancia entre montañas y que ahora utilizan, sobrada de decibelios, los animadores del Base Oviedo para espolear a nuestra afición.

Un par de horas después el estruendo era mucho peor en las cercanías del embalse de Soto de la Barca cuando una avalancha de rocas caía sobre la AS-15 y se llevaba la vida de Luscinda Mon, vecina de Allande, entre la oscuridad de la noche y el pánico, el desconcierto y el dolor de su familia con la que viajaba.

Las bucólicas carreteras a las que cantaba John Denver y las peligrosas vías asturianas tienen mucho que ver. Las primeras recorren el único estado de la Unión que ha perdido población desde después de la Segunda Guerra Mundial mientras el conjunto del país la ha doblado. También allí aquél es el segundo productor de carbón, tras Wyoming, y el declive de ese sector ha hecho que se diezmaran los 100.000 empleos bien pagados que alimentaban la economía regional, pero como no todo lo señalado ha de ser negativo conviene remarcar que sus habitantes se refieren a Virginia Occidental como “Almost Heaven” ( Casi el cielo ) quedándose cortos ante el conocido “Paraíso Natural” con el que llevamos refiriéndonos a nuestra región al menos desde los tiempos de la acertada campaña turística de Pedro Piñera.

Es curioso que ni Taffy Nivert ni Bill Danoff hubieran pisado aquel estado cuando compusieron la balada que ha llegado a convertirse en uno de sus himnos oficiales. Necesitaban un nombre tetrasílabo que cumpliera con la métrica de la estrofa y el de West Virginia cumplía el requerimiento. Así también parece cuando escuchamos las declaraciones de algunos de nuestros rectores públicos al referirse a las circunstancias que han rodeado el malhadado accidente de Tineo, pues no hacen sino encajarlas para que cuadren con las propias conveniencias de sus discursos.

Mientras tanto los datos sobre el presupuesto autonómico dedicado a la conservación de nuestras carreteras son poco halagüeños. La presidenta de los empresarios denuncia que en los últimos cuatro años se han dejado de invertir 344 millones de euros, buena parte de ellos en el mantenimiento de nuestra red viaria y, también en la Junta General, el consejero del ramo presenta una magra asignación para ese programa en 2022 que cifra en unos 37 millones, incluidos azadones, picos y palas. Veremos cuántos se materializan. En el último estudio de la Asociación Española de la Carretera a la red viaria asturiana le cabe el dudoso honor de estar entre las peor paradas en cuanto a estado del firme, señalización horizontal y barreras de seguridad. También cuantifica el déficit de inversión en 346 millones de euros, en los que se incluyen los que corresponden a la red estatal que supone uno de cada diez kilómetros de nuestras calzadas interurbanas. Parece difícil que esto se pueda subsanar a medio plazo con unas cuentas públicas lastradas por la atención sanitaria y asistencial a una población cada vez más envejecida, claro que ésta es también menguante aunque menos que las cohortes más jóvenes que emigran de la región por falta de oportunidades laborales.

Laura Álvarez, hija de la malograda Luscinda, es uno de esos muchos ejemplos y promueve desde una red profesional la construcción de unos accesos seguros a su comarca. Bien sabe de qué habla por su formación como ingeniero de caminos. Quizá recuerde aún de sus clases de hidrología la fórmula que ideó Snyder para el cálculo de la escorrentía en los Apalaches, la cordillera en la que se encuadra “The Mountain State”, y podría estimar cuánta agua se filtró por el talud y provocó el argayo que acabó con su madre. Ahora su talento conseguido a base del esfuerzo personal y familiar rinde lejos de la tierra que la vio nacer. Es la maldición de los territorios que ofrecen lo mejor de sí mismos a los demás y de los que no parece ocuparse nadie aunque ahora un ministerio lleve por rimbombantes apellidos algo parecido a “Transición Necrológica (© Paco García ) y Reto Demagógico”, que con la irrisoria dotación de 19 millones de euros en 2021 en ese capítulo pretende mejorar la situación demográfica en todo el país.

Que gobernar es poblar y que aumentar la población es extender el bienestar ya lo escribió Juan Bautista Alberdi, padre de la constitución argentina, cuando aquel país tenía áreas con “seis habitantes por legua cuadrada”, aunque también se preguntaba cómo hacerlo y determinaba que esa cuestión práctica debía ser del dominio de las leyes. La respuesta no es sencilla. El pasado mes de marzo el gobernador de Virginia Occidental propuso algunas medidas fiscales y la creación de parques temáticos para atraer el turismo pero parece que no convenció a nadie. Es difícil revertir la tendencia también en aquel estado que lleva en su escudo las figuras de un agricultor y un minero, como los de los murales que pintó Vaquero Palacios en el Hotel de la Reconquista., y que quedan subrayadas con el orgulloso lema de que los montañeses siempre son libres. Quizás lo son ahora para emigrar pues nueve de cada diez condados el estado pierden habitantes mientras los de carácter más urbano apenas mantienen los suyos. Más de seis mil kilómetros separan Charleston de la casa familiar de los Álvarez Mon en Tarallé pero los problemas en ambas áreas parecen bien similares.

Alfonso y Luscinda tuvieron otra hija, Mirian, que como su hermana eligió para sus estudios una carrera de ingeniería, de ésas mal consideradas masculinas. Será porque a las gentes del campo no les arredran los obstáculos. Afortunadamente para nosotros ella sí que desempeña su trabajo en nuestra región, bien es verdad que en una ciudad con buenos colegios, cines, piscinas y tiendas de todo tipo, como la que le prometía el padre a su hijo en la novela de Martínez de Pisón. Queda en el debe de nuestros responsables políticos arbitrar las medidas que hagan atractiva la vida en las comarcas alejadas de los núcleos urbanos de forma que se remunere adecuadamente el trabajo de quienes allí habitan. A partir de ahí el resto por añadidura.

El de Mirian es un rayo de esperanza para el futuro de esta región tan necesitada de que nuestros mejores profesionales permanezcan en ella. Con un gusto demasiado ecléctico los animadores del Base Oviedo también nos piden a sus seguidores que jaleemos al equipo dando palmas al son de la Marcha Radetzki, como si estuviéramos en Viena por Año Nuevo. Hagamos votos porque sean menos los jóvenes asturianos que tengan que emigrar y sólo vengan a casa por Navidad. Ah… y que cuando lo hagan circulen por carreteras seguras.

Vidal Gago

Socio CAXXI – Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos

Enlace a La Nueva España: Tribuna

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