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Artículo de Opinión | «¿Un mundo sin niños?», por Rafael Puyol

La abrupta caída de la fecundidad en todos los continentes

La caída de la fecundidad (un indicador que mide los hijos que tienen las mujeres en edad de procrear de 15 a 49 años), ha sido realmente fuerte en los últimos 70 años. A mediados del siglo pasado, el 72 % de los países tenían una tasa igual o superior a cinco hijos por mujer y solo uno estaba por debajo del umbral de renovación de las generaciones (2,1 hijos por mujer). En el quinquenio 2020-25 solo siete países tienen cinco o más hijos por mujer y 97 (prácticamente la mitad) no alcanzan la tasa de reposición. A nivel mundial la tasa global de fecundidad ha pasado de 5 a 2,2 hijos por mujer.

Dos factores han sido decisivos para explicar una caída tan intensa, como generalizada: el descenso de la mortalidad infantil y la multiplicación del uso de los métodos de control. En los tiempos previos a la transición demográfica, la mortalidad infanto-juvenil era superior al 50 %. Hoy día, en los territorios desarrollados, de cada 100 nacidos vivos solo 0,4 no llegan a cumplir el primer año de vida; en los que están en vías de desarrollo la cifra es 3 de cada 100 y en los «más pobres» llega a 4,3. El descenso de la mortalidad infantil ha permitido mantener la inmensa mayoría de los hijos engendrados; los métodos de control, planificar los tamaños familiares deseados. En la actualidad, los porcentajes de mujeres casadas o que viven en pareja y que usan métodos de control es del 67 % en los países desarrollados y del 62 % en las naciones en desarrollo. Solo en las más pobres se reduce al 39 %.

Hay otros factores que, primero en los estados industrializados y después en todos los demás, contribuyeron al descenso. Sin duda, el más importante ha sido la expansión educativa que se produjo a lo largo de los siglos XX y XXI y que facilitó la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Este proceso se realizó en un contexto de progresiva urbanización y secularización de la sociedad en donde los sentimientos religiosos pierden fuelle. Y no podemos olvidar la competencia que plantean los hijos al deseo de progreso económico y bienestar material de las parejas. El individualismo y un cierto materialismo han actuado también de factores limitantes.

La caída de la fecundidad que se extiende por todas partes se traduce ya en muchos países en un descenso del volumen absoluto de nacimientos a lo cual contribuyen dos circunstancias, especialmente significativas en los países más adelantados:

–La mengua de las mujeres en edad de procrear debido a las bajas natalidades anteriores que reducen la población joven.

–El retraso en la edad de tener hijos, lo cual propicia tamaños familiares reducidos. Una mujer que alumbre su primer descendiente a los 33 o más años va a tener pocos más o ninguno. En los países desarrollados dan a luz por primera vez más mujeres por encima de los 40 años que por debajo de los veinte.

A nivel global, la extendida caída de la fecundidad no se ha traducido todavía en un descenso significativo de los nacimientos anuales, que han permanecido bastante estables en torno a los 140 millones desde finales de la década de los 80 debido a las estructuras por edades, todavía jóvenes, de las naciones en desarrollo. En 2024 la cifra de nacimientos ha sido de 132 millones. Ahora bien, imaginémonos que en vez de una tasa de fecundidad de 2,2 hijos por mujer, tuviéramos la que había en los años 60 del siglo pasado (cinco hijos por mujer). El volumen anual de alumbramientos se acercaría a los 320 millones. Estamos muy lejos de esa cifra y además, el descenso de los nacimientos, que es ya una realidad en los estados desarrollados, pronto se va a extender a buena parte de los territorios en desarrollo.

Con una pretensión simplificadora se puede decir, por lo tanto, que la fecundidad es baja o muy baja en los países industrializados y que está descendiendo en todas las naciones en desarrollo, aunque en algunos territorios, sobre todo en los más pobres, los índices permanezcan todavía altos. Estos son los rasgos más significativos del mapa actual de la fecundidad.

–Dos tercios de la población mundial vive en países con índices por debajo de 2,1 hijos por mujer.

–La mayoría de los territorios de Europa, Norteamérica y Australia / Nueva Zelanda acusan un fuerte descenso desde finales de los 70, con bastantes estados con niveles inferiores a 1,5 hijos por mujer o incluso menos, como es el caso de España, que tiene un valor de 1,19.

–En Asia, la fecundidad retrocedió con más rapidez que en Europa debido al progreso económico y a las campañas de planificación apoyadas por muchos gobiernos. Algunos de los países más significativos del continente asiático tienen valores de fecundidad francamente bajos. China un hijo por mujer, Japón 1,2 y la India, el país ahora más poblado de la Tierra, se sitúa, con dos hijos, ligeramente por debajo del umbral de reposición. Y un país asiático, Corea del Sur, posee el índice de fecundidad más bajo del Planeta (0,7 hijos por mujer).

–Desde 2018 América Latina y el Caribe integran la lista de espacios donde la fecundidad cae por debajo de dos hijos por mujer. También aquí los procesos han sido rápidos e intensos.

–África evoluciona hacia tasas más moderadas, pero el descenso ha tenido menos intensidad. No obstante, ha sido de casi 2,5 hijos por mujer, si bien la inmensa mayoría de los estados africanos todavía es capaz de renovar generaciones. La excepción es Túnez (1,6 hijos por mujer), cuya fecundidad contrasta con los 6 hijos alumbrados por las mujeres de algunos países subsaharianos.

¿Un mundo sin niños? Evidentemente no, pero sí un mundo con muchos menos niños de los previstos y un volumen de nacimientos anuales que probablemente ha alcanzado ya su máximo y ha iniciado el descenso. Menos niños que ayer, pero todavía más que mañana.

Rafael Puyol

Vocal del Consejo Corporativo de CAXXI.

La Nueva España