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Artículo de Opinión | «Sobre la pertinencia del euro digital (I)», por Jonás Fernández

La importancia de contar con una moneda virtual pública

En el verano de 2019, la compañía americana de redes sociales Meta, a saber, Facebook, Instagram, y Whatsapp, anunció la emisión de una nueva moneda digital, Libra, con la que podrían realizarse pagos en su esfera digital. La empresa se comprometía a disponer de una reserva propia de monedas públicas con la que sustentar la emisión de Libra y a garantizar, supuestamente, un tipo de cambio fijo. Esta propuesta se diferenciaba nítidamente de otros activos digitales, como Bitcoin, cuya naturaleza era (y es) fundamentalmente la de un activo financiero especulativo. Meta quería emitir una moneda digital susceptible de asumir los roles clásicos del dinero: método de pago, unidad de cuenta, y reserva de valor.

Las autoridades monetarias globales, especialmente la Reserva Federal en Estados Unidos, pero también el Banco Central Europeo en la eurozona, recibieron la noticia con mezcla de escepticismo y preocupación. Una moneda digital patrocinada por Meta y sus potentes economías en red podrían llegar, en un caso hipotético, a desintermediar a las monedas públicas, eliminando la posibilidad de implementar políticas monetarias con la que gestionar los ciclos económicos y poniendo fin a los ingresos de señoreaje de la emisión de dinero público, cuyos beneficios irían entonces directos a la cuenta de resultados de Mark Zuckerberg.

Imagine un mundo en el que la política monetaria desapareciese, en un marco en el que la política fiscal ya está deteriorada en su faceta conductora de los ciclos económicos. Quizá le resulte complicado visualizar un mundo así, pero antes de las fundaciones de los bancos centrales de todo el mundo allá a principios del siglo XIX y aun cuando las monedas siguieron ancladas a la cantidad de oro disponible en el mercado hasta bien entrado el siglo XX, las crisis se sucedían sin que las autoridades públicas pudieran hacer nada para contenerlas o superarlas porque se carecía de las herramientas para ello.

Como, de un tiempo a esta parte, no faltan los aventureros dispuestos a profetizar las incontables virtudes de ese mundo económico desintermediado, le invito a aplicar su hipótesis sobre un caso real.

Póngase en la primavera de 2020. El mundo atemorizado por la extensión de un virus desconocido que nos obligaba a reducir las interconexiones personales. Imagine que entonces el Banco Central Europeo no hubiera podido reducir los tipos de interés para sostener la economía. No serviría de nada si el euro fuera una moneda residual. E imagine que, simultáneamente, el sector público no hubiera podido financiar los ERTE para proteger a los trabajadores, ni los programas de avales y garantías para proteger a las empresas. Pues bien, ambas realidades serían propias de este «nuevo mundo», un entorno en el que las monedas públicas perderían su capacidad para ayudar a nuestras sociedades a superar las crisis.

Si bien Meta terminó por desistir de su propósito, la iniciativa sirvió para que los bancos centrales de medio mundo vieran las orejas al lobo. La tecnología disponible y el apetito de una parte de los ciudadanos por los activos digitales, entre ellos las monedas digitales, podrían hacer retornar tales pesadillas en cualquier momento. Y, por ello, el Banco Central Europeo se enroló en un programa piloto para estudiar la posibilidad de emitir euros digitales públicos, una moneda digital que replicara las ventajas del efectivo, de las monedas y billetes de euros físicos públicos, y que a su vez cubriera parte de las ventajas de los activos digitales, resolviendo problemas que la moneda tradicional no logra.

Tras años de experimentación, en el verano de 2023, la Comisión Europea, en colaboración, con el Banco Central, puso sobre la mesa dos nuevos textos legales para permitir la emisión de ese euro digital público, a la vez que se fortalecía el uso del efectivo. Desde entonces, Parlamento y Consejo han venido discutiendo en paralelo ese marco legal sin avances sustanciales. Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y su agenda desregulatoria en materia financiera, sus ataques a la hegemonía del dólar en los mercados globales y sus propuestas para disparar la emisión de monedas digitales privadas han reactivado al trabajo de los colegisladores europeos en un proyecto, el euro digital, en el que nos jugamos la soberanía europea. Continuará.

Jonás Fernández

Socio colaborador de CAXXI y eurodiputado

La Nueva España

Ver «Preparándonos para el Futuro: Desafíos del Euro Digital», webinar organizado por Compromiso Asturias XXI en 2024.