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Artículo de Opinión | «El silencio de los corderos», por Vidal Gago

Sobre la marquesina de Sánchez del Río

– Hannibal Lecter: «¿Cómo empezamos a codiciar, Clarice? ¿Buscamos cosas que codiciar?»

Clarice Starling: «No. Solamente…»

H.L.: «No. Así es. Empezamos codiciando lo que vemos a diario».

Thomas Harris, «El silencio de los corderos».

Al igual que pasa con la codicia, todos los sentimientos humanos hacia algo o alguien necesitan del conocimiento de ese sujeto pasivo. El amor, el odio, la amistad o el afecto solo se dan hacia aquello o aquellos con quienes tenemos relación. La indiferencia o el desprecio pueden ser también cercanos, aunque caben frente a lo desconocido. Ahí reside el pecado original de la marquesina de la Fábrica de Gas de Oviedo. ¿Cuántas personas la han visitado? El contrapunto lo tenemos en el movimiento vecinal para salvar la nave de la Sociedad Popular Ovetense por ser el referente visible del recinto. Sólo unas pocas gentes conocen la riqueza ingenieril de su interior.

No es de extrañar esa desafección en una ciudad en la que un buen número de carbayones festejan San Mateo sin reparar en que se trata de la Octava de la Cruz, se comen el bollo eludiendo el origen de la fiesta de los alfayates, o desconocen que las primeras palabras escritas del castellano se albergaban en la sede de la diócesis que el Rey Casto ubicó en Valpuesta. Culpa de todos es que los alumnos terminen su educación primaria ayunos de estas lecciones.

Por razones como esas brindamos desde el Colegio nuestra disposición al Ayuntamiento y recibimos muy agradecidos la carta que el alcalde, Alfredo Canteli, nos remitió en junio invitándonos a «reforzar el impulso de unidad y de compromiso regional que quiere representar la candidatura de Oviedo a Capital Europea de la Cultura en 2031». En lo referido a nuestra profesión, haremos lo posible por dar el realce conveniente al patrimonio con el que esta ha contribuido al desarrollo y engrandecimiento de la ciudad. Así tratamos de resaltarlo hace unos meses con la puesta de largo de la rehabilitación del Palacio de los Deportes, actuación por la que sólo cabe felicitar al consistorio. Ahora no cumplimos sino con defender otra parte del legado de nuestro colega Sánchez del Río, la que dejó entre las calles Postigo y Paraiso.

Cuando en 2010 la por entonces propietaria, EDP, presentó el Plan Especial definido por César Portela –aún vigente– para el recinto, la marquesina, el depósito y el gasómetro ya sufrían un importante deterioro. Es obvio que no han podido ir a mejor en estos tres lustros, pero por entonces no presentaban ningún problema para ser reparados a juicio del redactor de dicho plan. De hecho, se presentó un proyecto de tratamiento singularizado para cada uno de los elementos merecedores de conservación y rehabilitación, de acuerdo con la Consejería de Cultura y Turismo. Curiosamente, no se encontraba entre ellos el único elemento visible desde el exterior, que era la antedicha nave.

Sorprende que ahora la nueva propiedad, conocedora de los inmuebles que adquirió, proponga una remodelación total del ámbito partiendo de la premisa de que varios elementos patrimoniales, que merecieron una protección unánimemente consensuada, se encuentran en estado de ruina, entre ellos la marquesina de grandes dimensiones y tipología estructural llamativamente esbelta que proyectó don Ildefonso.

Resultaría más llamativo aún que el propio Ayuntamiento de Oviedo, aspirante bien cualificado a la capitalidad cultural europea, llegara a admitir tal premisa. En ese caso, improbable, entendemos, se plantearían algunas cuestiones cuyas respuestas podrían llegar a ruborizar: ¿En qué momento se produjo el deterioro que devino en irreversible ruina?; ¿quién era su propietario entonces?; ¿qué papel «in vigilando» han desempeñado en este tiempo las administraciones competentes?; ¿se derivaría alguna responsabilidad de deducirse negligencia?; o aún peor, ¿se asentiría a la pretensión de mayor edificabilidad en ese ámbito sacrificando el patrimonio histórico? Afortunadamente, la legislación es clara al respecto. Prescribe que el deber de conservación se extiende más allá de la declaración de ruina y por ello, de darse el caso, parece imperativa la reconstrucción de la estructura.

En nuestro Colegio quedamos a disposición de las administraciones competentes para prestar los oportunos servicios de asesoría por profesionales especializados en estructuras singulares como esta de Sánchez del Río. Tenemos la obligación de apelar a todas esas instancias para salvar de la piqueta esta construcción. No corrieron la misma suerte su audaz tribuna del antiguo Tartiere, ni otras obras notables de anteriores ingenieros de caminos: la estación de ferrocarril del Vasco, de Federico Durán, o el malbaratado depósito de aguas, de Pedro Pérez de la Sala, que mereció mejor destino. Y qué decir del casi totalmente desaparecido acueducto de Los Pilares, del que ahora lamentamos su pérdida.

Hace unas semanas, el Colegio de Arquitectos solicitó permiso al ayuntamiento para disponer una placa en el Palacio de los Deportes «dejando así constancia de su elevado valor arquitectónico». Agradecemos desde el nuestro su reconocimiento a tan sobresaliente obra de ingeniería civil, aunque sugerimos que retengan ese reconocimiento para cuando podamos visitar, rehabilitado, todo el conjunto histórico industrial de la Sociedad Popular Ovetense o, mejor aún, que la coloquen en su fachada a título preventivo. Quizá así, estando a la vista, llame la atención de nuestros convecinos y les haga preguntarse por lo que se oculta tras esos muros.

El balido angustiado de los corderos que iban a ser sacrificados hizo despertar a la agente Starling y tomar una valiente determinación. Nosotros queremos que nuestros chillidos sean oídos por las autoridades, que les impidan dormir la siesta en la heroica ciudad, que se les niegue para siempre la Perdonanza si no actúan antes de que sea demasiado tarde. No podemos dejar que en un futuro seamos acusados de complacientes partícipes de un silencio aborregado.

Vidal Gago Pérez

Socio colaborador de CAXXI

La Nueva España