«Emigrar siempre tiene un coste»
Rebeca Granda lleva doce años viviendo en el extranjero. Ahora trabaja como asesora de grandes clientes para Mastercard en Santiago de Chile
Rebeca Granda Marcos (Lastres, 1990) estudió ADE en la Universidad de Oviedo, hizo un máster en Gestión de Desarrollo, en London School of Economics, trabajó becada en Washington y allí se quedó de 2012 a 2016. Y de allí se fue a México como asociada en un fondo de inversión, y de ahí a Suiza como consultora de negocios en Naciones Unidas, luego fue directora de operaciones en la empresa china Didi en México y ahora su lugar en mundo es Chile, adonde llegó este año para ejercer como líder de consultoría estratégica de Mastercard. «Llegué sin planearlo mucho. A mi pareja, que es mexicano, le ofrecieron un traslado de trabajo a Chile y siempre le había llamado la atención el país. Pensé que era una buena oportunidad para vivir en el sur de América Latina», señala esta joven que pasa dos meses al año en España visitando a la familia y trabajando y que vive en el barrio de Providencia de Santiago.
Como mánager en Mastercard Advisors, que trabaja para grandes clientes como bancos, aerolíneas, fintech, asesora en temas para mejorar su estrategia corporativa, sus programas de lealtad, sistemas antifraude, estrategias de pago, e innovación como crypto, entre otros. Y tiene muchas ventajas su día a día con «un equipo jóven, comprometido, inteligente y con una cultura muy desarrollada de trabajo en equipo» y con proyectos que no dejan de ser retos. «Cubrimos clientes de varios países de la región, como Argentina, Perú, Bolivia, Chile, etc, así que eso supone más diversidad de proyectos y viajes», narra Rebeca. Vive en el país que, junto a Uruguay, cuenta con mayor nivel socioecómico de América Latina con lo que eso implica, y trabaja en una multinacional, con lo que significa a la hora de disfrutar de vacaciones y otros beneficios.
También hay contras en Chile, donde falta innovación en comparación con países vecinos como México y porque todas las oportunidades se concentran en una sola ciudad. «Casi el 50% de la población chilena vive en Santiago. Eso significa que todas las oportunidades laborales se concentran en la capital, lo que supone una dificultad para aquellas personas que no pueden o quieren dejar sus pueblos o ciudades más pequeñas».
Sostiene Rebeca que Chile es uno los países del continente con mayor desigualdad y hay por tanto una diversidad de estilos de vida. «Si comparamos con el resto de países de la región, la calidad de vida es alta y métricas como la extrema pobreza son relativamente bajas. En términos de salarios y precios, hay mucha disparidad, pero en mi experiencia el poder adquisitivo y el costo de vida no es muy diferente al de España», resume.
La propia geografía determina la vida en Chile. Pocos países tan largos y diversos: «Tiene los Andes y una mezcla de muchas cosas, el desierto más árido del mundo, selvas, icebergs, etc. Esto ha hecho que hasta hace poco los chilenos vivan relativamente aislados y con menos influencia de culturas extranjeras, lo que se traduce en chilenos muy orgullosos de sus patrias, con menos apetito a viajar o vivir fuera que otros países y una personalidad más reservada que mexicanos, colombianos o caribeños, y mucho de la vida diaria y el turismo gire en torno a la naturaleza».
Dice que Santiago «es una ciudad cómoda para vivir, pero Chile es mucho más» que su capital. «Recomiendo visitar el sur, donde está Torres del Paine, el estrecho de Magallanes y el punto más sur del continente; el norte, con la belleza del desierto de Atacama, y la isla de Pascua, una remota isla volcánica en la Polinesia famosa por sus 900 estatuas monumentales ‘moáis’ del siglo XIII y XIV», revela.
Pero Asturias siempre está ahí. Y es para ella una reconexión necesaria: «Por más que haya viajado a casi 40 países y vivido en unos pocos, aún sigo considerando Asturias el lugar más guapo del mundo», sostiene quien lleva doce años en el extranjero. Y eso es un aprendizaje en sí mismo: «Me ha enseñado que lo material es atractivo pero no muy práctico, que emigrar siempre tiene un coste y cada uno debe hacer cuentas de si ese precio es bajo o alto y que uno puede decidir dónde quiere tener su ‘hogar’, esa referencia mental que te da paz cuando las cosas están difíciles. En mi caso, el hogar es Asturias».
No descarta volver. Aunque no niega que con la distancia se produce una idealización: «Cuando uno vuelve está lo suficiente para disfrutar de todo lo bueno, como la comida, las fiestas de verano, las Navidades con la familia, pero no lo suficiente para entrar en la rutina o experimentar las dificultades inherentes del lugar».