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Entrevista | “El diagnóstico de la crisis climática es severo; el tratamiento que estamos aplicando, tiritas y aspirinas”, María Neira

“Las ciudades son el laboratorio de donde van a salir medidas para proteger la salud o destruirla; los alcaldes tienen que ser unos nuevos y poderosos ministros de sanidad”

«Hasta países productores de petróleo están haciendo inversiones millonarias en energías renovables; por algo será ¿no?»

María Neira (La Felguera, 1962) le toma la fiebre al planeta y tuerce el gesto. La doctora langreana, directora del departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud en la Organización Mundial de la Salud (OMS), viene de Nueva York, de diagnosticar y prescribir tratamientos a gran escala en la asamblea general de las Naciones Unidas, también de constatar una vez más que el esfuerzo colectivo por restañar las heridas de la Tierra no ha alcanzado ni la ambición ni el ritmo necesarios. Nacida y criada en La Felguera del humo y el polvo de los altos hornos, suma casi treinta años en distintas etapas en la OMS, consagrados los últimos a la ingente tarea de deshacer los lazos que anudan el cambio climático, la contaminación y los malos hábitos humanos con una cada vez más aguda crisis de salud pública. A la larga lista de reconocimientos con los que ha sido agasajada en su tierra suma uno de los Premios Iberoamericanos 2024, que otorga la Asociación Iberoamericana de la Comunicación (Asicom) y que recogerá el martes en Oviedo.

–En Asturias ha recibido premios y medallas, tiene calles con su nombre, ha leído pregones de fiestas… ¿Abrumada?

–Me tomo todo eso con muchísima felicidad. Es increíble. Cuando escucho ese refrán tonto de que nadie es profeta en su tierra pienso que puede que yo no sea profeta, pero mi tierra cariño me tiene, y me lo demuestra, y estoy agradecidísima. También es verdad que yo voy de asturiana, siempre con la bandera puesta.

–El neurocientífico Juan Fueyo la ha definido como la “médica de cabecera del planeta Tierra”. ¿Se ve así?

–Esa imagen me encanta, desde luego. Me encantaría tener el estetoscopio puesto en los puntos calientes del planeta, aunque hay tanta fiebre que igual no sabría por dónde empezar. Pero lo intentamos. Nosotros tenemos aquí una plataforma global y sería irresponsable no intentarlo… Yo prescribo, me encanta prescribir, en este caso tratamientos como la necesidad de una transición energética. En Nueva York, en la reciente asamblea general de las Naciones Unidas, utilicé mucho esta terminología. Les dije: ‘Soy médico y les voy a hacer unas prescripciones’. Ya tenemos un diagnóstico muy claro de lo que le está pasando a nuestro medio ambiente y de cómo impacta eso en nuestra salud, y debemos poner en práctica las prescripciones. Nosotros prescribimos para políticos, para alcaldes, ministros de energía, de salud o medio ambiente, y para ciudadanos en general. Ojalá fuera un médico que tiene impacto en todo aquello que determina nuestra salud.

–Mire la crisis del covid a más de cuatro años de distancia. ¿Qué hemos aprendido?

–Los humanos tenemos una capacidad muy importante para el aprendizaje, pero también para el olvido. Lo que cuenta es mantener el interés, generar un movimiento en el que sea la gente la que pida. La política actúa mucho más cuando hay una demanda social, cuando se instala en la sociedad la reclamación de mejor preparación para las epidemias o más recursos para la ciencia. Todavía nos queda mucho camino, y uno de los aprendizajes que nos queda por absorber viene de cómo tratamos al medio ambiente. No destrozarlo equivale a poner un muro de contención muy fuerte, porque de ahí es de donde vienen los nuevos virus emergentes y la destrucción del equilibrio en el que normalmente vivimos con ellos y con las bacterias. Un ejemplo muy tonto: la resistencia a los antibióticos procede no de que no tengamos ya más antibióticos, sino de que hemos usado mal los que tenemos y se han generado resistencias. Esto es todo autocreado.

–¿Ha dicho que el cambio climático es la gran crisis de salud pública a la que se enfrenta la humanidad?

–Sí. La crisis climática es también una crisis mundial de salud, porque afecta a todos los pilares de nuestra salud, a qué comemos, a cómo tratamos los océanos, que están llenos de plásticos y generan a la vez un impacto en nuestra alimentación, a cómo intoxicamos el aire que respiramos con la combustión de combustibles fósiles… La crisis del cambio climático compromete desde todos los puntos de vista a nuestra salud. Sobrecarga los sistemas sanitarios, provoca olas de calor y nuevos vectores que transmiten enfermedades, hace que la gente se esté desplazando masivamente o que haya zonas desérticas que no se pueden cultivar y otras con el agua contaminada… La parte positiva de todo esto es que trabajar para combatir las causas puede ser la mejor oportunidad y el mejor tratado de salud pública que podemos tener. Todas las recomendaciones para luchar contra el cambio climático son consejos de salud pública pura y dura.

–Esa asamblea de las Naciones Unidas era una buena ocasión para comprobar si los grandes líderes del mundo lo van entendiendo.

–No. Siguiendo con el símil médico, sabemos que el diagnóstico es severo, pero el tratamiento que estamos aplicando son tiritas y aspirinas. No estamos respondiendo a esta crisis, con la enorme magnitud que tiene, con la ambición y a la velocidad que deberíamos. Claro que se avanza, claro que es estimulante comprobar que se hace ahora mucho más que hace años, por supuesto que hay iniciativas positivas y que la gente ha ganado en conciencia sobre lo que está pasando, pero también es verdad que el esfuerzo no está en correlación con la magnitud del problema al que nos estamos enfrentando.

–¿El problema es que los países desarrollados sienten una falsa sensación de inmunidad?

–Cada vez menos. Una de las reuniones en las que participé en Nueva York tenía que ver con grandes empresas aseguradoras y eso me sirvió para comprobar hasta qué punto es éste también un problema de negocio. ¿Quién va a asegurar nada en una isla que sabe que se enfrenta cada tres meses a un ciclón o un desastre natural? ¿Quién asegurará casas en zonas de Estados Unidos vulnerables a determinados tipos de fenómenos meteorológicos extremos? Este desafío toca todos los aspectos de la sociedad, también en los países ricos. Entre las razones por las que China ha decidido combatir la contaminación del aire están las económicas. Nadie quiere vivir en una ciudad que te ahoga. En cuanto bajan los niveles de contaminación, se instalan más compañías internacionales, los directivos aceptan desplazarse hasta allí con sus familias… También hay razones económicas fuertes para avanzar que afectan a los países ricos.

–Defiende con ardor la utilidad de las zonas de bajas emisiones. ¿El futuro del planeta se juega sobre todo en las ciudades?

–Está claro que la salud urbana es una de las más estimulantes en este momento. Las ciudades son como el laboratorio de donde van a salir medidas para proteger la salud o destruirla. Los alcaldes tienen que ser unos nuevos y poderosos ministros de salud. Su contribución será enorme, pero es evidente que la contaminación del aire no es sólo urbana. La mitad de la población del mundo, que vive en países menos desarrollados donde se cocina todavía con carbón vegetal o leña en hogares sin ventilación, sufre un impacto de millones de muertos debido a la inhalación de esas sustancias que no combustionan completamente. En la parte que sí atañe a las ciudades, mientras tanto, influyen los fenómenos industriales, el transporte y también que los edificios sean energéticamente eficientes o no. En salud pública es maravilloso trabajar con físicos, ingenieros, planificadores urbanos, gente que trabaja en innovación de materiales… Hay nuevos materiales de pintura, por ejemplo, que consiguen refractar la luz del sol y son capaces de bajar la temperatura hasta cinco grados. Esto es muy importante, porque las olas de calor son una realidad muy fuerte y ningún país va a ser sostenible o atractivo con cincuenta grados.

–¿Qué hacemos con los negacionistas?

–En la mezcla de discusiones y controversias todo el mundo tiene cabida. Todo el mundo tiene derecho a expresarse, pero no hay que confundir opinar de forma superficial con tener argumentos científicos reales. Yo recomendaría a todo el mundo que leyera los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), elaborado por miles de especialistas de todo el mundo sin ningún color político, que recogen desde hace muchos años publicaciones de miles y miles de científicos a lo largo del mundo, y que miren los datos de la Organización Meteorológica Mundial. Es tan sencillo como eso, un gráfico que demuestra que la tendencia va al alza. O que vean que todos los gobiernos más importantes del mundo, incluidos algunos bastante reaccionarios, están trabajando para tener menos dependencia de combustibles fósiles, porque saben que esto es irreversible y no quieren que su país sufra las consecuencias. Es curioso comprobar cómo un país productor de petróleo como los Emiratos Árabes está haciendo inversiones multimillonarias en paneles solares y otras energías renovables. Por algo será ¿no?

–Recete algo para aprovechar la extraordinaria potencia que ha alcanzado la Asturias expatriada

–Valorarla. A veces no necesitas ni siquiera condiciones económicas muy altas. A mucha de esta gente con talento le estimula más el incentivo intelectual que el económico, no tanto el dinero como el reconocimiento o el espacio para poder trabajar. Hay que crear un ambiente amable, creativo, y además se puede hacer tanto en red… Crear una red de asturianos con ganas y talento, porque a veces importa más que el conocimiento la pasión por lo que uno hace y quiere dejar en su región.

María Neira

Socia de Honor 2020

La Nueva España