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Artículo de Opinión | «¿Menos Europa en el nuevo presupuesto de la UE?», por Susana Solís

Comienza el gran debate sobre las cuentas 2028-2034

¿Qué tiene que ver el presupuesto europeo con una ganadería de Somiedo, una fábrica en Avilés o un joven que quiere emprender en Langreo? Mucho más de lo que parece. Esta semana, la Comisión Europea ha presentado su propuesta para el nuevo Marco Financiero Plurianual (MFP) 2028–2034: el plan que marcará todas las prioridades de gasto de la Unión Europea para los próximos siete años. Y con ello, el futuro de nuestros sectores estratégicos: la industria, el campo, la investigación, las infraestructuras… también en Asturias.

La propuesta parte de una cifra récord —dos billones de euros—, pero encierra una paradoja: Europa quiere hacer más, con menos margen. ¿Por qué? Tres factores explican el difícil contexto del que nace este presupuesto.

El primero es la deuda. A partir de 2028, la Unión comenzará a devolver los 800.000 millones del NextGenerationEU, el gran instrumento de recuperación económica tras la pandemia. La Comisión estima unos 30.000 millones anuales en intereses y amortizaciones hasta 2058. Esta devolución condicionará una parte importante del presupuesto europeo durante décadas.

Segundo, la guerra en Ucrania. La invasión rusa ha colocado la seguridad europea en el centro de la agenda. Invertir más en defensa y autonomía estratégica ya no es una opción: es una necesidad.

Tercero, la pérdida de competitividad. El informe Draghi fue claro: Europa se queda atrás frente a Estados Unidos y China. Para recuperar terreno, necesitamos más inversión, menos burocracia y una política industrial robusta que cree empleo de calidad y atraiga talento.

Para responder a estos desafíos, la Comisión plantea una arquitectura presupuestaria dividida en tres grandes bloques.

Por un lado, un nuevo Fondo de Competitividad con 450.000 millones de euros para reforzar el crecimiento económico. Se articula en transición ecológica, digitalización, salud y biotecnología, y defensa y espacio.

Por otro lado, el bloque del Fondo de Acción Exterior de 200.000 millones, la mitad de los cuales se reservarán para la reconstrucción de Ucrania.

Y, por último, el bloque más preocupante del nuevo MFP: el rediseño de los fondos estructurales. Lo que antes eran instrumentos diferenciados -la Política Agraria Común, la política de cohesión, los fondos pesqueros o los programas de apoyo a las fronteras- se agrupan ahora en un único mecanismo: el «Fondo Único», gestionado mediante Planes Nacionales y Regionales de Asociación.

A esto se suma un debate crucial: cómo se financiará el nuevo presupuesto.

La Comisión plantea aumentar la contribución de los Estados miembro y la creación de nuevos recursos propios, es decir, nuevas vías de ingresos para la UE. Pero estos recursos no deben traducirse en más impuestos para ciudadanos y empresas. No tiene sentido diseñar una financiación centrada en la competitividad si se nutre de tributos que precisamente la restan. Países como los frugales -Países Bajos, Suecia, Dinamarca y Austria- ya han rechazado frontalmente cualquier aumento del presupuesto. No será una negociación sencilla.

¿Y qué pasa con las regiones? Aquí hay varios riesgos.

Uno es la condicionalidad excesiva. Como en los fondos NextGenerationEU, la financiación quedará supeditada al cumplimiento de hitos. Ya hemos visto con Sánchez cómo este enfoque se traduce en retrasos, centralización y escaso impacto real.

Y a esto se suma el recorte encubierto. Aunque se mantiene el primer pilar de la PAC –los pagos directos a agricultores–, desaparece el segundo pilar, el Fondo de Desarrollo Rural. Un fondo clave para zonas como el Suroccidente asturiano, donde apoya el relevo generacional, la diversificación productiva y el mantenimiento de la actividad agrícola y ganadera en entornos de montaña. También se reducen los fondos pesqueros, que caen de 6.100 a 2.000 millones de euros. Y el presupuesto agrícola, en términos nominales, baja un 20 %, pasando de 386.600 a 300.000 millones.

El mismo día del anuncio, agricultores de toda España se manifestaron en Bruselas: no se puede construir una Europa más competitiva sacrificando al campo.

Y tampoco será fácil en el Parlamento Europeo. No aceptaremos un presupuesto que se convierta en la suma de 27 agendas nacionales distintas y, en última instancia, enfrentadas. Sí a la innovación, sí a la defensa, sí a la competitividad. Pero no a costa de la agricultura, de la pesca ni de las regiones.

Porque sin campo no hay Europa. Y sin cohesión, no hay Unión.

Susana Solís

Socia Colaboradora y mentora

La Nueva España